domingo, 3 de abril de 2011

LA HISTORIA DEL REINO FRANCO.-


LOS FRANCOS


Los francos fueron una confederación de pueblos germánicos que, agrupados en torno a dos grupos principalmente -los salios y los ripuarios-, se hallaban establecidos al este del río Rhin en tiempos del emperador Juliano (355-363). Luego, cruzaron el limes y se convirtieron en foederati del Imperio Romano, ocupando las tierras situadas al norte de la actual Francia.


Siendo federados del Imperio, y según las normas que regían la hospitalitas romana, ayudaron al Estado romano en las tareas de pacificación de su área de influencia frente a otras tribus germánicas enemigas de Roma. A cambio, tenían el disfrute de los territorios asignados y el mantenimiento de sus propias costumbres y leyes.


Pero cuando la autoridad romana comenzó a flaquear a partir de 454 con la muerte del general Flavio Aecio, auténtico hombre fuerte del Imperio que supo contener los ataques de los pueblos bárbaros, los francos se expandieron hacia el sur y se hicieron con el control de la Galia al norte del río Loira.


Pero los francos no estaban solos en la Galia. Los burgundios, otro pueblo germánico establecido en la frontera del Rhin, fueron igualmente asentados por Roma en el valle del Ródano y controlaron un amplio territorio que se corresponde con el sureste de la actual Francia, toda Suiza y el norte de Italia.


Éstos, se convirtieron también en foederati del Imperio en el año 443, en época de Aecio, y su objetivo era asegurar los pasos alpinos y la frontera entre la península itálica y la Galia. Los burgundios lucharon como aliados de los romanos frente a Atila.


Por su parte, los visigodos, después de un largo deambular por el norte y el este de Europa, de pelearse fieramente contra los hunos y contra los romanos, de saquear Roma, de establecerse al sur de las Galias, de hacer luego lo propio en Hispania y de intentar, sin conseguirlo, llegar hasta el norte de África, fueron, finalmente, reinstalados por Roma en las Galias en el año 418, concretamente en la antigua provincia romana de la Aquitania Secunda, con capital en Tolosa (Toulouse), entre los ríos Loira y Garona.


Los visigodos, también como foederati de Roma, realizaron numerosas intervenciones militares de apaciguamiento en Hispania, donde lograron someter a pueblos como los alanos o los vándalos, tanto asdingos como silingos, y colaboraron también en el desalojo de los hunos de las tierras del Imperio.
Los tres pueblos, a partir de la deposición de Rómulo Augústulo en 476 por Odoacro, un jefe militar germánico que después se proclamó rex Italiae, iniciaron una fase de ampliación de sus dominios que les llevó a duros enfrentamientos entre sí y a realizar pactos de no agresión. El rey visigodo Eurico, por ejemplo, se declaró independiente de Roma y extendió su reino hasta el mismo Ródano por el este y los Pirineos por el sur, haciéndose con el control de la Aquitania III o Novempopulania.


En 507, los francos de Clodoveo I, ayudados por los burgundios (que no pudieron nunca perdonar a los visigodos la violación de sus fronteras), se batieron, en la terrible Batalla de Vouillé, contra Alarico II (484-507), rey de los visigodos. La terrible y espantosa derrota que sufrieron los visigodos, significó su salida de las Galias (excepción hecha de la franja de los territorios al sureste o Septimania) y su establecimiento definitivo en Hispania.


Los francos, a partir de aquí, se hicieron con el control de toda la antigua Aquitania.


LOS REYES FRANCOS MEROVINGIOS


Según la historiografía tradicional, Faramundo fue el primer rey de los francos salios y el fundador, por tanto, de la dinastía merovingia, si bien esta dinastía tomó el nombre de Meroveo (448-457), que fue nieto de Faramundo y, muy probablemente, luchó al lado de los romanos frente a Atila en los Campos Catalaúnicos en 451. Los reyes merovingios gobernaron hasta el año 751, año en el cual Pipino el Breve destituyó al rey Childerico III.


Clodoveo I (481-511), a su vez, nieto de Meroveo, inició una hostil política de expansión del regnum Francorum por toda la Galia. Durante los primeros años de su reinado, combatió a Siagrio, jefe romano que se había coronado a sí mismo rey tomando bajo su dominio un enorme territorio comprendido entre los ríos Somme y Loira, y le arrebató el reino. Igualmente, combatió a los alamanes, un conjunto de tribus germánicas establecidas en el curso medio del río Elba, en la actual Alemania. 


Casó con Clotilde, hija del rey de los burgundios, y se convirtió al catolicismo, un hecho de trascendental importancia porque se abría así un larguísimo período de muy estrechas alianzas entre la monarquía franca y la Iglesia. Fue ungido por el obispo Remigio de Reims, lo cual también le otorgó legitimidad en el trono frente a sus súbditos. 


Por último, Clodoveo I derrotó a los visigodos en la Batalla de Vouillé, cerca de Poitiers, y los expulsó de la Galia, adquiriendo todo el poder sobre la zona del sur de la actual Francia. Bajo el reinado de Clodoveo I, el territorio francés, casi en su total conjunto, quedó sometido al dominio franco, siendo, por ese motivo, considerado por muchos el verdadero precursor de la nación francesa. 


A su muerte, el reino se dividió entre sus cuatro hijos. Y es que, una de las costumbres que tenían los monarcas merovingios era la de repartir sus territorios entre sus descendientes y, así, cada vez que moría un rey, se producía una nueva división del reino en subreinos más pequeños cuyas fronteras no tenían, a menudo, nada que ver con las que se habían formado en el período precedente. Las guerras y las luchas fratricidas fueron una constante en los 270 años que duró la dinastía.


LOS TRES SUBREINOS


Poco a poco, dentro del reino franco, se fueron configurando cuatro subreinos que mantendrían entre ellos fuertes disputas por la supremacía total del regnum Francorum: Austrasia, Neustria, Borgoña y Aquitania.


Austrasia comprendía las tierras situadas entre las cuencas de los ríos Rihn, Mosa y Mosela, y sus ciudades principales fueron las actuales Rheims (la capital), Metz, Colonia o Tréveris. Por su parte, Neustria, que al principio se llamó Soissons, surgió mucho más tarde que Austrasia y llegó a abarcar un amplio territorio situado al noroeste del río Loira, con París, Orleans y Soissons como ciudades más importantes. Borgoña fue el antiguo territorio del reino de los burgundios, pero ampliado considerablemente hacia el norte y este de la actual Francia y la mayor parte de la Provenza. Por último, bajo el reinado de Dagoberto I (623-639), el ducado de Aquitania se convirtió en un otro subreino, en el cual se habrían de librar innumerables batallas.


MAIOR DOMUS PIPINO DE HERISTAL


Las pugnas entre Neustria y Austrasia para dominar el reino franco en su totalidad, caracterizaron el largo período merovingio, y no fue hasta la época en la que los mayordomos de palacio (del latín maior domus) comenzaron a adquirir verdadera autoridad política, que pudo empezar a atisbarse algún signo de unidad. El cargo de maior domus era el más importante después del de rex, y quien lo ostentaba detentaba realmente el poder político del reino. 


Pipino de Heristal, conocido como Pipino el Joven (653-714), de la casa de los Arnulfo, fue un poderoso magnate de la aristocracia austrasiana. Desde su elevado rango aristocrático, y siendo maior domus de todo el reino, alcanzó tanto poder que terminó nombrándose a sí mismo dux et princeps Francorum.


Durante los años que duró su gobierno, el reino franco se vio inmerso en importantes luchas militares contra otros pueblos del norte, como los frisones o los alamanes, lo que hizo que toda la Galia meridional quedara lejos de la influencia de los pipínidas. La principal consecuencia de esto fue que, en el sur, el dux Eudo de Aquitania aprovechara esta circunstancia para adquirir totalmente el liderazgo político sobre la Aquitania.


EL MAYORDOMO DE PALACIO CARLOS MARTEL


Cuando Pipino el Joven murió (año 714), los problemas sucesorios sobre quién habría de ocupar la jefatura del reino provocaron una guerra civil que asoló todo el regnum Francorum, y los duques provinciales se desvincularon de la influencia de la casta de los pipínidas.


Uno de los hijos de Pipino, Carlos, logró ocupar el puesto de mayordomo de palacio, a pesar de que era un hijo bastardo y, por lo tanto, ilegítimo. Esto hizo que hubiera de enfrentarse a Plectrude, la viuda de su padre, quien pretendía hacerse cargo de la regencia de su nieto Teodoaldo, hijo de Grimoaldo II.


Tras unos problemas con los sajones, que habían invadido Austrasia, y una serie de revueltas, primero en Neustria, luego en Aquitania y, después, nuevamente en Austrasia, Carlos se erigió en vencedor absoluto y consiguió reunificar totalmente el reino franco. Destronó a Chilperico II (primer reinado: 715-717) e instaló en el trono a Clotario IV (717-719), al tiempo que él se reservaba para sí el título de mayordomo.


Cuando murió Clotario II, Carlos se vio obligado a reconocer de nuevo como rey a Chilperico II (segundo reinado: 719-721) y, tras la muerte de éste, designó sucesor a Teodorico IV (721-737).


Carlos también hubo de intervenir en Bavaria, contra el duque Agilolfing y, después, en Alamania, contra el duque Lantfred.


Pero toda esta larga sucesión de conflictos, siendo importanes, no lo eran más que la terrible tormenta que se había desatado al sur de los Pirineos, donde los musulmanes, que diez años atrás se habían ventilado de un soplo a todo un reino soberano como era el de los visigodos de Hispania, estaban dando muestras de querer traspasar el umbral pirenaico, llegando, incluso, a aliarse con el dux Eudo de Aquitania.


La Batalla de Poitiers, acaecida en 732, es, sin duda alguna, el hecho más renombrado de Carlos, que obtuvo a consecuencia de ella el sobrenombre de Martel ("martillo"). Carlos fue implacable derrotando a los ejércitos musulmanes, que hubieron de regresar a Al-Andalus y ya no volvieron a intentar cruzar los Pirineos.


El resto del gobierno de Carlos Martel hasta su muerte fue una sucesión de combates victoriosos. Primero, nuevamente contra los frisios, a los que consiguió dominar definitivamente y logró que se convirtieran al catolicismo. Despúes, contra los sucesores de Eudo de Aquitania. y, finalmente, logró expulsar a los musulmanes que aún quedaron en Narbona.


Fue tan enorme el poder que Carlos Martel había llegado a adquirir que, en el año 737, murió el rey Teodorico IV (a quien él mismo había aupado al trono) y él ni siquiera se preocupó por buscar a un sucesor, cuando el hacerlo era algo que estaba dentro de sus funciones de gobierno. Gobernó todo el tiempo como si él mismo fuera rey, aunque sin llegar nunca a serlo. Hasta el Papa Gregorio III solicitó su ayuda para defenderse de los lombardos, y esto a pesar de que Carlos Martel no era demasiado apreciado por el clero, porque que una de las estrategias que había seguido desde el principio para atraerse a los miembros de la nobleza adversos a su causa había sido el otorgarles propiedades territoriales agrarias de la Iglesia (este hecho es conocido como la "secularización de Carlos Martel").


Carlos Martel murió en el año 741.


POITIERS, 732


Esta batalla es también conocida como la de Tours, para diferenciarla de la que se produjo en el mismo lugar en el año 1356, dentro de la Guerra de los Cien Años.


Poitiers y Tours son dos ciudades situadas en el centro de la actual Francia y por sus cercanías tuvo lugar en el año 732 la famosa batalla entre el ejército de Carlos Martel y el de los musulmanes andalusíes.


Fue tan famosa como la Batalla de Guadalete, pero su resultado fue diametralmente el opuesto, ya que los musulmanes sufrieron una de las peores derrotas de su historia. Toda Europa occidental, totalmente dividida como se hallaba, se libró de ser engullida por el Islam. Y para las poblaciones situadas en los valles pirenaicos, la consecuencia principal es que la influencia musulmana, tanto étnica como cultural, fue totalmente nula.


Una vez que los musulmanes habían conquistado Narbona (Arbuna, en árabe) en el año 720 y toda la Septimania visigoda, pacificándola y librándola de las continuas amenazas que siempre había sufrido por parte del reino de los francos, una expedición musulmana al mando del walí Al-Samh al-Jawlani quiso al año siguiente tomar Tolosa. Durante dos meses la sitió y, a punto estuvo de asaltarla, cuando el dux Eudes de Aquitania, regresando a la ciudad con los refuerzos que había conseguido reunir, cayó sobre las fuerzas del walí y lo derrotó. Sin embargo las aceifas continuaron, y en 725 los musulmanes llegaron hasta la ciudad de Autun, en el corazón de Borgoña.


El dux Eudo se prestó a negociar con uno de los jefes andalusíes, Uthman ibn Naissa, conocido también como Munuza, un tratado por el cual el duque franco entregaría la mano de su hija a Munuza y éste último se comprometía a no seguir realizando razias. Munuza era un bereber que había participado en la conquista de España y se había convertido en gobernador de la zona noreste de la Península a partir del año 714, quedando, poco después, al mando de las tropas que habrían de penetrar en el reino de los francos.


Munuza no tardó en sublevarse contra al walí de Al-Andalus, Abderramán al-Gafiqí. Por ello, éste último, al mando de un ejército andalusí, penetró en el territorio franco y se dirigió a la ciudad de Burdeos, lugar en el cual Eudo se había recluído con su ejército. Eudo fue derrotado, Burdeos fue tomada y saqueada y las aguas del río Garona fueron cubiertas con la sangre de miles de cristianos, según las fuentes cristianas de la época (Gregorio de Tours y el anónimo continuador de la Crónica de Fredegario).


Eudo consiguió huir y acudió a solicitar ayuda a Carlos Martel, el cual vería ahora la oportunidad de someter a su autoridad al dux Eudo y a toda la Aquitania, una de las pocas zonas que, hasta el momento, escapaban a su dominio. Como es bien sabido, toda la zona cercana a la ciudad de Burdeos fue arrasada y devastada por las tropas musulmanas.


Según la Continuación de la Crónica de Fredegario, las riquezas que encerraba la Abadía de San Martín en Tours fue lo que atrajo la atención del emirato en aquellos momentos, y el pensar que si había resultado tan sumamente fácil tomar el control sobre la zona de la Gascuña, tal vez el camino hacia el interior del regnum Francorum estuviese también despejado, como había ocurrido en España unos años antes.


En 732, un ejército musulmán, al mando del mismo walí Abderramán al-Gafiqí, se dirigió hacia Tours desde la Septimania. Carlos Martel, enterado de esta nueva incursión sarracena, reunió a un amplio ejército, y, desde Austrasia, marchó al sur. En pleno otoño del año 732, y posiblemente entre las localidades de Tours y Poitiers, tuvo lugar la batalla. 


Durante una semana, los ejércitos se vigilaron y sólo se realizaron ligeras escaramuzas. El ejército franco se componía principalmente de soldados de infantería, mientras que el sarraceno lo formaba una caballería armada con lanzas largas y espadas. Los francos, bien preparados para el frío, conocedores del terreno y en posiciones defensivas, esperaron a que fueran los andalusíes quienes iniciaran la batalla final. Y los andalusíes, inferiores en número de combatientes, pero confiando en la superioridad que les proporcionaba la caballería, cargaron al séptimo día.


Las bien posicionadas fuerzas de Carlos Martel pudieron rechazar la carga, y la caballería del dux Eudo, que esperaba oculta en los bosques cerca de la posición de las tropas de Carlos, dio el golpe de gracia a las tropas enemigas, sobre las que cayó con la fuerza de un auténtico martillo, destrozándolas.


Los musulmanes supervivientes no volvieron a presentar batalla al día siguiente y regresaron a su lugar de origen. Carlos continuó con su labor de expulsar a los musulmanes del interior de su reino y el reino franco no se convirtió en otro emirato.

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